sábado, 28 de abril de 2007

INTRODUCCIÓN

Desde el regreso de la democracia, la seguridad ciudadana ha sido un tema público que ha adquirido progresivamente mayor relevancia, correlativo a la mayor cantidad de delitos denunciados, la gran politización con la que se ha abordado el tema y la importante difusión que ha tenido en los medios de comunicación (Dammert, 2005).[1]
Esta creciente preocupación ha generado una serie de prácticas orientadas a prevenir la delincuencia, muchas de las cuales han derivado en la creación de categorías que han estigmatizado y prejuiciado a ciertos grupos sociales. Ejemplos de esto se pueden encontrar en el caso del «robo hormiga», práctica delictiva que consiste en hurtos de artículos de pequeño valor[2], pero que al ser considerados en su conjunto, representan pérdidas importantes para la actividad comercial, estimados en US$ 200 millones anuales según la Revista de la Cámara de Comercio de Santiago (2006). La posibilidad de utilizar estas prácticas preventivas contra la delincuencia como fuente de categorización social y prejuicios puede evidenciarse cuando la Cámara de Comercio de Santiago llama al seminario «Reforma Procesal Penal: Evaluación del Primer Año», que cuenta con la presencia de un psiquiatra para abordar «el perfil psicológico del ladrón de tiendas» (CCS, 2006). Categorizaciones como la anterior, que dan cuenta de procesos de percepción social implícitos que permiten y legitiman prácticas de exclusión social, posiblemente generan condiciones que permiten la formación de sistemas de creencias sobre diversos grupos sociales indicados como posibles responsables de aquel acto delictivo.

Según Bar-tal (1990) las creencias grupales son la característica definitoria de un grupo. Se puede decir que los grupos psicosociales establecen el eslabón entre el individuo y la sociedad, de modo que los sistemas de creencias pueden anudarnos en torno a una convicción compartida y definitoria de nuestra pertenencia grupal que, en este caso, giraría en torno a aquello que llamamos seguridad ciudadana y que se cristalizaría en la temática del «robo hormiga», la cual atravesaría tanto a la sociedad como a los grupos o individuos que se desenvuelven dentro de ella. Podemos pensar que no sólo se generan categorizaciones sobre el posible delincuente en los seminarios, sino que también en otros individuos o grupos sociales. En los empleos o en algunas tareas relacionados con el tema de la seguridad, cómo es el caso en la labor de los guardias de seguridad de supermercados y centros comerciales, es necesario predecir determinadas conductas de otras. Siguiendo las ideas de Bar-tal (1990), la generación de una alteridad es una actividad inherente a la conformación de grupos psicosociales, en la medida en que las creencias grupales van a ser los límites y la barrera de cada grupo (Bar-tal, 1990). Es decir, si los guardias de seguridad conforman un grupo psicosocial, podrían sostener sistemas creencias que les permita categorizar a distintos individuos como parte de algún grupo psicosocial distinto a ellos, su alteridad.
Como mencionamos anteriormente, este tipo de categorizaciones dan cuenta de procesos de percepción social implícitos. La percepción social es un proceso complejo, en el que intervienen mecanismos emocionales, cognoscitivos y motivacionales, que alteran la información recibida y que permiten generar una teoría sobre los otros, para predecir su conducta (Salazar, Montero, Muñoz, Sánchez, Santoro, y Villegas, 1977).
[1] http://www.eclac.org/cgi-bin/getProd.asp?xml=/publicaciones/xml/1/22061/P22061.xml&xsl=/dds/tpl/p9f.xsl&base=/tpl/top-bottom.xslt
[2] de acuerdo a la última modificación de la ley Nº 19.950 del código penal, corresponde a media UTM

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viernes, 27 de abril de 2007

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